lunes, 4 de enero de 2010

Pido un kit de supervivencia o tregua filosófica llamada reducción de la libertad: ejercicio del encierro placentero: supresión del yo: entrega al devenir en momentos en que conviene.
¿Conviene? Si la única opción, sentido de la corriente, sentido mucho, lo siento desde afuera o desde un adentro que casi nunca conocí, si esa opción es la que me desborda, empujo las orillas a un lado y agrando mi cauce: felicidad de agua: todo se evapora: soy un río.
Nado adentro mío y me puedo ahogar, pero no. Nunca me ahogo. Me hundo por horas, me drogo, y salgo a flote. Locura alada, mi locura, dice Bataille, y se levanta.
Red, no me presentes nuevos aires que no sé respirar. Acepto remoción de aire, asifixia -de nuevo-, que otro lo/la use -de nuevo, he dicho. ¿Pero por qué no? Afuera soy un fantasma y acá parezco otra cosa. Acá yo no me veo. Los ojos se me dan vuelta y tengo recuerdos -del aire que acepto que la red me quite, por ejemplo; también me acuerdo de lo que no pasó, y bien podría tener tintes de mayor alcance. Tintas que escriban otro papel, un poema con alas como la locura del francés, jeringas que se/me/se me claven en otra carne en la que otra jeringa clavó un alma, que existe porque existe -fundamento suficiente para abrazarla junto al cuerpo abrazado. Tienen calor, yo tengo frío: fiebre ahí, bordeando los huesos: sostenes helados de mi rutina: tengo que padecer de amores porque la calma es otra cosa. Yo me perdí enero en un juego/prueba de alienación: no voy a saber qué pasa con lo que yo haga, ni me interesa, ni la paga que reciba como compensación del calor que desperdicie sobre una silla muy cómoda, tengo fiebre. La calma se fue de vacaciones, en enero, cuando yo me encerré sin placer, suprimí el yo más que al principio de ésto, y me condené a un devenir que termina en un pueblito de las sierras de Córdoba, leyendo al costado del río, que no soy yo, por donde pasaron autos que mataron a una persona y dejaron varios heridos. En Alpa Corral tiene que estar contenido el descanso. Quiero poder dormir sin atenuantes de la vida.

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