domingo, 21 de septiembre de 2014

Ella escribía una autobiografía engañosa,
mezclaba su vida con otra y así creaba un mundo
que no existe y del cual depende el mío.
Con miedo y arrojo a la vez
usaba nombres de países imperiales
para referirse a sus afectos. Quien leía
esas páginas y allí se encontraba encerrado
iba proclamándose amo y señor de alguna
de esas tierras. El poema era entonces
un gesto de amor. Quien aparecía
y luego atravesaba la lectura podía ser
el semi dios de una extensión que duraba
cuanto persistiera la burbuja que ella soplaba
con sus manos, con su tinta frágil,
en intención de devolver algo de todo aquello
que impulsó la escritura.

jueves, 18 de septiembre de 2014

¿Cómo estás Mariela? ¿Te dicen Mariela? Tenés un nombre largo, imagino que tenés algún apodo. 
Hoy charlamos desde el stand frente a LdM. Te decía que el primer poema de "PdJ" me había dado una especie de escalofrío porque lo sentí demasiado cercano a la vivencia que tuve durante mucho tiempo de esas carneadas camperas. Hay algo increíble en los poemas. A partir de ciertos elementos ¿inventados? en algún sentido, se logra evocar vivencias que si nos basáramos únicamente en su disposición en el tiempo y el espacio, no tendrían nada que ver, pero en la manera en la que se perciben, sí se vuelven en algún momento como dos imágenes mediadas por un espejo. Sin haber estado en el mismo lugar, con un poema podemos llegar a sentir que sí estuvimos, y eso amplía nuestra experiencia y nos muestra cuán valioso es esto incluso como gesto político, o sobre todo como gesto político. Al insertar algo así como una confraternidad que se reencuentra con los demás y consigo mismos según el signo del poema, independientemente de quién esté del otro lado (y esa indeterminación es la única manera de poder abarcar a todos los individuos de una misma especie), cae todo el fundamento del fascismo, que se sostiene pura y exclusivamente según una distribución jerárquica de la capacidad de intervenir en la realidad. Con la poesía, la vivencia común restituye una base de igualdad que hace demasiado evidente la falsedad de afirmaciones de superioridad. Cumple a su vez una tarea hasta hoy supuestamente contradictoria, conciliar igualdad y diferencia. Si la igualdad es aquello que unifica, que funde, que concentra, la diferencia es pensada como la disolución en partes ínfimas, la fragmentación insalvable, el destino de aislamiento. Pero, si el poema necesita para su real explosión la fusión de experiencias, liberando fuerzas impensables, ¿quién diría que esa diferencia es un efecto indeseado?
 

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