jueves, 31 de julio de 2008

¿Por qué ese vendaje?
-pregunta alguien situado frente a mí-
¿Era necesaria esa venda?
-pregunta alguien situado frente a mí,
a otro alguien le pregunta-
¿Algo dice que era necesario?
-alguien devuelve una pregunta
con otra pregunta al primer alguien-

De este lado veo el color negro y nada más.
Mi mirada no es más que un dedo amputado
con el que podría quitar este vendaje.

domingo, 27 de julio de 2008

"Cuando luego pasaba por las calles,
las personas decían que había salido de casa
para hacer una cosa que era mucho mayor
que su tamaño y que todos los tamaños."
(José Saramago - La flor más grande del mundo)

Después de verte así de bella sentí que no podría separarme de vos. Durante algunas horas hice lo que pude para que no supieras de mi plan y entonces hablamos y hablamos. Cuando te descuidabas, y yo parecía estar jugando con ese cable que había sobre la mesa, aprovechaba y veía en mi mente la solución a todo. Sabido es que yo debería irme de tu casa en algún momento, entonces la solución estaba en llevarte conmigo. De verte tan pequeña y yo sentirme un grandote torpe e inútil se me ocurrió cargarte entre los pliegues de mi cuerpo. Finalmente concluyó todo tipo de conversación provisoria y al momento del abrazo te rapté tomándote, como venía tramando, entre los pliegues del un lado de mi cuerpo. ¡Deberías haber visto mi cara cuando empecé a caminar rumbo a mi casa! ¡Vivís tan lejos mío! Y vos ahí, ciertamente cómplice, entre mis partes, sin decir nada, esperando que te libere. Yo caminando, y caminando. El tránsito me hacía detener en cada esquina sucia de esta ciudad que no conozco y nunca voy a conocer. De tanto intentar pasar desapercibido seguramente alguien notó que algo me traía... y justamente, ¡te traía, te traía conmigo! Ya quedaba una cuadra por cada dedo de mis manos. Fui mordiéndolos con fuerza, porque el dolor no se olvida, y así no podría equivocarme cada vez que alcanzaba una esquina. Finalmente llegué a casa, sufriendo enormemente por las manos y por la ansiedad de lucirte cerca mío. Apagué la luz, para que no te encandilaras al salir, estiré mi piel y apareciste. Ahí estabas. Conmigo. Dormí con vos y, como siempre pasa, al amanecer ya no estabas. Cada vez que te extraño miro mis pliegues y hago de cuenta que estás ahí, quietita, queriendo salir, y me cuido de no fijarme muy seguido que no estás...

jueves, 24 de julio de 2008

algodón de azúcar estético contemplativo,
eco tardío de palabras que ya casi
habían sido olvidadas por descuido humano
y un revés a la
-baudelaire, pessoa, burgess-
amargura

eso fue

viernes, 18 de julio de 2008

dispútanse mi pasado
entre un puñado amargo de recuerdos

las nubes esas a las que nunca ví una forma
la pelusa de una abeja enchastrada con miel dulcísima
el perro viento que apagó mis drogas
la ropa sucia con mis drogas
el adjetivo que no encontré para traerte a que te fueras feliz

¿y ahora?
¿qué ocupa el presente que se va
el que se fue?
¿qué poema
tendrá la suerte de ser cronista en el futuro
del momento incierto en el que escribo?

miro un pelo
un pecho
un cuerpo en general
y le grito al oído a lo que me hizo
¿por qué yo no puedo amarme?
¿cómo es que no puedo verme al espejo
libremente
sin que nadie me observe?

¿cómo?
¿por qué?

jueves, 10 de julio de 2008

"Siempre se vuelve
con los viejos amores
o con los nuevos"

"Cada mujer
puede ser dos mujeres
déjenme una"
(Rincón de Haikus, Mario Benedetti)

Si supiéramos hacer señales
de humo como antes
no dudaríamos en usarlas
en nuestra contra mutua
porque ya agotamos
todos los demás medios
con los que detestarnos

sin embargo, de repente,
como hachazo a un árbol,
o como caricia anónima en multitud pavorosa,
algún libro y alguna canción
se interpone tiernamente.

Es decir,
nos leemos, nos cantamos,
nos olvidamos.
Casi igual
que acordarnos.

domingo, 6 de julio de 2008

Esto es el descontrol.

Caminarse una y otra vez sobre los propios dedos y clavarse las uñas astilladas en la lengua cantora. Escupir fuego sobre uno y despellejarse con viejas pinzas oxidadas. Desesconderse uno y serrucharse el pecho frente al espejo y frente a la cámara. Mirarse en el espejo y en la tele. Que te vean en la tele y mirarse roto en el espejo. Esto es.

¿Está claro?

Es tétricamente jocoso. Cagarse de risa al ver la propia intimidad agonizante; patearla y comprender que esos ruidos no son de vida. Esto es.

¿Más?

Duele ver cómo se caen las montañas de uno sobre uno y uno que queda medio trepado, medio colgado entre escombros de lo que fue hermoso soporte inexorable. Es mentira que los extraño, extraños. Los extraño mucho, extraños.

Eso es suficiente. Se entiende perfectamente. No sé que ocurrió. Me resigno a no entenderlo en una posición desesperada en señal de que no dejé de querer a ese amigo y a esa ex novia mía.

Hoy es el infierno, y ningún poeta dice nada.
 

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