sábado, 28 de agosto de 2010

Curiosamente, es casi nulo mi uso de adjetivos. ¿Quién los necesita cuando el final habla por sí solo, y la actitud del escritor brota del piso de la abyección que lo mueve a transmitir escenarios oscuros?

Por otra parte...

Cayeron lágrimas de mis ojos y mi pecho cuando lloré mis miserias. Una sola cosa cambió en el mundo, se secaron.

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