martes, 9 de marzo de 2010

"escribía
con la soga al cuello"
(Marcelo Dughetti)

-Mi cuerpo, la soga, veinte centímetros. Listo. -vieran su cara...
Las instrucciones no podían ser más transparentes. "Tomar la línea por uno de sus extremos y bordear el objeto capaz de sostener su peso sumado al del pataleo, peso feroz si los hay. Luego, en el extremo que acaba de utilizar, girar hacia arriba, como si invirtiera el paso anterior, pero sin llegar a tanto, deténgase a centímetros de cruzar ese delgado trazo del arrepentimiento. Una vez ahí, notará, haciendo uso de su imaginación, que usted tiene algo que simula ser tres trozos, pero que aún conserva la unidad, lo que puede ahuyentarlo por su semejanza con ciertas supersticiones. Rodee con la punta elevada el resto de su creación, para abrazar posteriormente, y en descenso, todo ese colgajo suicida que queda a un lado de la cuerda madre, procurando dejar un huequito por donde introducirá esa punta cuando por fin haya alcanzado ese fondo de su soga y su vida con tanta paciencia perseguido. Cuando menos se lo esperaba, usted ha fabricado, sin más, una horca, que, pese a no ser descartable, bien podría serlo, dado que usted no la usará dos veces".
-¡Qué simpático el técnico que redactó esto! -dijo entre sonrisas de alegre resignación, y se alejó a escribir la carta en la que aseguraba que a partir de ese momento no dejaría tareas inconclusas.


Si no es mucha molestia, en éste enlace hay una especie de contenido paralelo que puede resultarle de interés, y no aburre demasiado, o sea, no es un artículo mal redactado de un diario de cuarta.

1 comentarios:

V a v o dijo...

te comento por allá.

 

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