jueves, 18 de marzo de 2010

...al Manu, por la hospitalidad en ausencia,
para que lo analices,
y porque escribir puede que sea mi manera de ver desde afuera el lado de adentro de la piel que tengo,
ya que preguntaste.
Escrito en el viaje.

Dividió mentalmente el vaso en tres partes iguales, y cargó una de hielo; estaba decidido a volver a intentarlo, y para eso necesitaba un ritual. Eligió la botella de vodka de la que se serviría una medida, avanzaba. Agarró sonriente la de licor de durazno que tanto le gustaba, y la inclinó al borde del vaso hasta completarlo. Después de agregar unas pocas gotas de limón y observar trinfante su trago transparente en el que el hielo había escalado hasta el tope, tomó el teléfono y marcó un número que no le costó trabajo recordar, mientras caminaba hacia le heladera en la que encontraría las cerezas recién compradas.
En el momento en que el tono dio paso al golpeteo de un teléfono que se descuelga, y éste al silencio, apretó el puño con la fuerza del miedo y dijo, con la miseria a flor de voz, "Sea quiensea que sea de ustedes dos, soy yo, Sebastián, su hijo, ¿todavía caminan?" Terminada la presentación que no era estrictamente una presentación, dejó caer en el vaso la cereza que traspasó la capa de hielo.
Muy rápido, él cortó. Su vida conservaría la frescura y el sabor de lo que él bebería sin pena en el lapso de unos minutos. Que sus padres no dejaran de ser la ilusión que eran desde hacía más de veinte años había dejado de ser un impedimento en su calendario. Los reproches provenientes de ellos, fieles a la tradicional mala predisposición que mantenía separada a la familia, habían comenzado antes de que el único ingrediente de color intenso en su trago llegara al fondo del vaso.

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