viernes, 9 de octubre de 2009

tu palabra no cae desde el cielo, viene desde más arriba y le pega en la cabeza al cielo antes de caer a mis brazos
te dije que el corazón se me arañaba contra las costillas; bueno, ahora tiene marcas, como donde me quemé con la púa apenas te fuiste (y me pregunto si no activaste el fuego cuando subiste un pie al colectivo y me pregunto y no me respondo... no habla ni la cicatriz que por suerte quedó)
el corazón también jugaba latiendo desaforado a romper pedacitos de pulmón como un nene que juega con las bolsitas llenas de globos y me quedé sin aire
hubo café para siempre y ¿será que tenés a la poesía de sombrero y cuando te lo sacás para saludar a la gente no te lo sacás y yo me quedé triste por saludarte mal?
yo me acuerdo que unos patos se pusieron nombres de dos mil quinientos años, nombres arrugados, cínicos y con escamas, como las carpas que comían pedazos que les tirábamos desde el puente -¡estábamos sobre el agua como jesús pero sin mentir!-
para mí la noche salió ese día desde el lago, y desde la oscuridad de los árboles -te asustaste cuando te lo dije, también me acuerdo- podían estarnos apuntando con un arma -¿te acordás de esa parte, en la que yo pensaba en abrazarte y vos no sé en qué pensabas?-

1 comentarios:

Leylén dijo...

¡Ay,qué gurisito!

Me encantó el final...

 

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