sábado, 24 de octubre de 2009

Nací pato,
y terminamos la oración con pájaro y
naranjas cocidas, es decir, alimento humano.
Agreguemos: al principio no hubo verbo sino graznido.
Tuve por momentos un ala en el aire y la otra
y la otra en la tierra. De aquí se ocncluye que
no provengo de un huevo, y que, al salir del vientre,
lo hice de costado, por un lado, y que me duele el cuello,
por el otro (el otro es el cuello torcido por esa rareza
de nacer sin línea recta o fatal destino corto entre dos puntos).
Hay mucha tierra en el aire y, entre la tierra, en el aire,
viento. El horizonte pretende ser un alpinista. Hasta aquello tan
lejano tiene ganas de conocer el cielo, de conocer el vacío de santidad
más alto de todos. Digo esto porque nací pato, porque tengo pies palmeados y nado
buscando tragar peces vivos y me disparan. Si no, no podría.
Sería un oficinista prosaico o un empresario co una métrica demasiado rígida.
En el mejor de los casos, un horrible perro, por lo fiel, por ese miedo con cuatro patas
de perderle el rastro al dueño, al amo.
Volviendo al tema anterior, ¿el aire nunca va a bajar, mierda?

2 comentarios:

Florencia dijo...

El hecho de que el aire nunca baje es la única esperanza que queda; aunque la lluvia de cenizas de esa vez -que vos también presenciaste porque simplemente estabas ahí- ahora me hace dudar;
también me hace dudar el cielo gris denso de anoche,
y la lluvia que nunca llegó
y que cada vez amaga más pero viene menos.

Menos mal que no sos paloma.

franco dijo...

No me dejás ser paloma. Igual, los patos son mucho mejores. Sobre todo, después de la película Duck.

 

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