martes, 15 de noviembre de 2011

Vino un demonio, lo negué. El mensaje era claro: fiel a la ley del deseo, oír mi rechazo afianzaba su atracción. Si la unidad es Dios, los Diablos son infinitos. ¿Cuántos vendrán mañana? Desconozco por completo. Es sabido que aceptar su trato los hace desaparecer. En el fuego de la pasión se incinera la pasión, y de las cenizas nacen pájaros o flores, pero nunca se vio que Lucifer colgara de la punta de un cigarro. Ni bien acepte a uno de ellos, se irán. El dilema moral no se juega entre la salvación individual en medio del tormento de la tentación y la vía hedonista de la entrega a la lujuria, el dilema moral se ubica entre el sí pecador en el que se desvanecería, y la posibilidad terrorífica de extrañar al demonio que partió, quién puede soportar la culpa de anhelar que vuelva el mal por el que alguna vez se dejó poseer.

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