viernes, 10 de junio de 2011

Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego, donde,
algunas veces, suenan en ti grandes campanas.
(Antonio Gamoneda)


Tuvo un campanario en la frente. Silencio al golpear la cabeza contra la pared, contra el piso, contra el puño cerrado de la melancolía o el puño mismo. Silencio contra la violencia de todas las cosas violentas.

Un campanario en la frente adornando el rostro desnudo hacía oír su tán-tán al ser visto. El campanario de papel sonaba como una carta que se prende fuego,
una carta que pese a todo es enviada
en un acto de fe.

Maldita valentía.

2 comentarios:

Ana Vázquez dijo...

A esa maldita valentía, yo la premio la mitad de las veces porque es (a veces) la única que nos hace dar el paso. Excelente, volveré a pasarme. Un saludo!

franco dijo...

Qué habría sin esa maldición.

 

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