Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego, donde,
algunas veces, suenan en ti grandes campanas.
(Antonio Gamoneda)
Un campanario en la frente adornando el rostro desnudo hacía oír su tán-tán al ser visto. El campanario de papel sonaba como una carta que se prende fuego,
una carta que pese a todo es enviada
en un acto de fe.
Maldita valentía.
2 comentarios:
A esa maldita valentía, yo la premio la mitad de las veces porque es (a veces) la única que nos hace dar el paso. Excelente, volveré a pasarme. Un saludo!
Qué habría sin esa maldición.
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