Estabas escondida atrás de una botella de vino gigantesca. Después era un bosque de esas botellas de vino. En el cielo tenían hojas. La atmósfera verdosa emborrachaba como si hubiera tomado todas esas botellas y quedara únicamente el vidrio. Al notar esto, el vino desaparecía y podía verte atrás de otra botella. Empezabas a correr entre una y otra hasta que frenabas y te sentabas a rezar. Me acercaba al lado tuyo a rezar la misma plegaria al mismo dios. Íbamos pasando de árbol en árbol haciendo lo mismo. Toda la noche. Sin saber cuál sería el último.
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El problema no son los lugares comunes, sino la insistencia de ciertas
preguntas. ¿Por qué no querés tener hijos? ¿Por qué sos vegetariano? ¿Por
qué dejas...
Hace 8 años