(Emil Cioran)
La carne debería desprenderse de los huesos solamente tras la muerte o en plena cirugía cuando se quiere seguir viviendo, no durante una vida apacible y mediante la vía horrenda de las malas noticias, no a causa de los datos que se reciben como picotazos de un pájaro que solamente conoce cánticos de extremaunción, baladas leprosas en violines a los que probablemente se les pueda encontrar una cuota de culpa en la melodía que vibran.